Las fábulas cortas para niños son relatos breves que transmiten valiosas lecciones a través de personajes animales y situaciones cotidianas.

Estas historias, llenas de imaginación y creatividad, no solo entretienen a los más pequeños, sino que también les enseñan principios morales y éticos de una manera accesible y divertida.
A lo largo de la historia, las fábulas han sido una herramienta educativa fundamental en diversas culturas, ofreciendo enseñanzas sobre la honestidad, la amistad y la perseverancia.
Con su estructura simple y su mensaje claro, son perfectas para captar la atención de los niños y fomentar su amor por la lectura.
A continuación, te presentamos una selección de las 10 mejores fábulas cortas para niños que seguro les encantarán y les dejarán una gran enseñanza.
Índice de contenidos
10 fabulas cortas con moraleja para leer a los niños
1. La liebre y la tortuga

En un bosque frondoso vivían muchos animales, entre ellos una liebre y una tortuga. La liebre, conocida por su velocidad, siempre se jactaba de ser la más rápida de todos los animales y constantemente se burlaba de la tortuga por su lentitud.
Un día, cansada de las burlas, la tortuga decidió enfrentar a la liebre y la retó a una carrera. La liebre, sorprendida por la valentía de la tortuga, aceptó el desafío sin pensarlo dos veces, segura de que ganaría fácilmente.
El día de la carrera, todos los animales del bosque se reunieron para ver el evento. Al sonar la señal de partida, la liebre salió disparada como una flecha, mientras que la tortuga comenzó a avanzar lentamente, pero con firmeza. La liebre, al ver la gran ventaja que llevaba, decidió descansar y se tumbó bajo un árbol, confiada en que aún tendría tiempo de sobra para ganar.
Mientras tanto, la tortuga seguía avanzando paso a paso, sin detenerse ni por un momento. Los demás animales la animaban desde la orilla del camino, admirando su constancia y determinación.
Al cabo de un rato, la liebre despertó de su siesta y, al mirar hacia la meta, vio con sorpresa que la tortuga estaba a punto de alcanzarla. La liebre intentó correr con todas sus fuerzas para recuperar el tiempo perdido, pero ya era demasiado tarde. La tortuga cruzó la meta un instante antes que la liebre, convirtiéndose en la ganadora de la carrera.
Los animales del bosque felicitaron a la tortuga por su victoria, mientras que la liebre, avergonzada por su arrogancia, aprendió una valiosa lección.
Moraleja: La constancia y la perseverancia pueden superar a la arrogancia y la confianza excesiva.
2. El león y el ratón

En una soleada mañana en la sabana, un ratón corría a toda velocidad, escapando de un depredador. Sin darse cuenta, el pequeño roedor pasó por encima de un león dormido, despertándolo bruscamente.
—¿Quién osa despertarme de mi sueño? —rugió el león, atrapando al ratón con su gran zarpa.
—¡Por favor, no me hagas daño! —suplicó el ratón—. Te prometo que algún día te devolveré el favor si me dejas ir.
El león, divertido por la audacia del ratón, soltó una carcajada.
—¡Tú, un insignificante ratón, creyendo que puedes ayudarme a mí, el rey de la selva! —se burló el león—. Muy bien, te dejaré ir porque me has hecho reír. ¡Corre, pequeño, y no vuelvas a cruzarte en mi camino!
El ratón, agradecido, salió corriendo y se perdió entre la hierba alta.
Días después, mientras el león caminaba majestuoso por la selva, cayó en una trampa de cazadores. Una red resistente lo envolvió y, a pesar de sus esfuerzos, no pudo liberarse.
—¡Ayuda! —rugió el león, pero nadie acudió.
El ratón, al escuchar el rugido, se apresuró hacia el lugar y vio al león atrapado.
—¡No te preocupes, amigo león! —dijo el ratón—. Yo te ayudaré.
Con determinación, el ratón empezó a roer las cuerdas de la red. Poco a poco, las cuerdas cedieron y el león quedó libre.
—No puedo creerlo —dijo el león, agradecido—. Tú, un pequeño ratón, me has salvado. Te debo la vida.
—Todos necesitamos ayuda alguna vez, sin importar nuestro tamaño —respondió el ratón con una sonrisa.
Moraleja: La gratitud es importante y hasta los más pequeños pueden ser de gran ayuda para los más grandes.
3. La cigarra y la hormiga

En un soleado prado, durante el cálido verano, una cigarra pasaba sus días cantando y disfrutando del buen clima. Mientras tanto, una hormiga trabajaba arduamente, recogiendo y almacenando comida para el invierno.
Un día, la cigarra se acercó a la hormiga y le dijo:
—¡Hola, hormiga! ¿Por qué trabajas tanto? Ven y disfruta del verano conmigo.
La hormiga, sin detenerse, respondió:
—Estoy almacenando comida para el invierno. Cuando llegue el frío, no habrá nada que comer.
La cigarra se rió y replicó:
—El invierno está muy lejos. Hay tiempo de sobra para preocuparse por eso. ¡Vive el momento!
La hormiga, sin embargo, siguió con su trabajo. Pasaron los días, y el verano dio paso al otoño, luego al invierno. La temperatura bajó y el prado quedó cubierto de nieve. La cigarra, ahora hambrienta y con frío, se encontró sin nada que comer.
Desesperada, la cigarra fue a la casa de la hormiga y llamó a la puerta.
—¡Hormiga, por favor, ayúdame! No tengo nada que comer y estoy muriendo de hambre.
La hormiga abrió la puerta y, viendo el estado de la cigarra, le dijo:
—¿Qué hiciste durante el verano cuando te advertí sobre el invierno?
La cigarra, arrepentida, respondió:
—Canté y disfruté del buen clima, sin pensar en el futuro.
La hormiga suspiró y, después de pensarlo un momento, dijo:
—Te ayudaré esta vez, pero debes aprender la lección. En el futuro, trabaja y almacena para no encontrarte en esta situación nuevamente.
La cigarra, agradecida, aceptó la comida que la hormiga le ofreció y prometió no volver a ser tan imprudente.
Moraleja: La previsión y el trabajo duro son esenciales para asegurar un futuro sin preocupaciones.
4. La zorra y las uvas

En un caluroso día de verano, una zorra hambrienta deambulaba por el campo en busca de algo para comer. De repente, vio un jugoso racimo de uvas colgando de una parra alta. Sus ojos se iluminaron y su boca comenzó a hacer agua.
—¡Qué deliciosas deben ser esas uvas! —dijo la zorra para sí misma.
Decidida a conseguirlas, la zorra se acercó a la parra y, con un salto, intentó alcanzarlas. Sin embargo, por más que lo intentara, las uvas estaban demasiado altas. La zorra no se rindió fácilmente y probó saltar una y otra vez, cada vez con más fuerza.
—¡Tengo que alcanzarlas! —se repetía mientras daba saltos más altos y más desesperados.
Después de muchos intentos fallidos, la zorra se detuvo, jadeando y sudando por el esfuerzo. Miró las uvas una vez más y, con un gesto de desdén, se dio la vuelta.
—Bah, esas uvas probablemente están verdes y no valen la pena —dijo la zorra, tratando de consolarse mientras se alejaba.
Moraleja: A veces despreciamos lo que no podemos alcanzar.
5. El ratón de ciudad y el ratón de campo

En un tranquilo rincón del campo, vivía un ratón de campo que disfrutaba de una vida sencilla y pacífica. Un día, recibió la visita de su primo, el ratón de ciudad.
—¡Querido primo! —exclamó el ratón de campo—. ¡Qué alegría verte! ¿Cómo has estado?
El ratón de ciudad, con su elegante abrigo y porte refinado, miró alrededor y dijo:
—Estoy bien, pero ¿cómo puedes vivir en este lugar tan simple? En la ciudad, tenemos lujos y abundancia.
El ratón de campo, sin sentirse ofendido, sonrió y replicó:
—Puede que no tenga lujos, pero aquí tengo paz y tranquilidad. ¿Por qué no te quedas unos días y disfrutas de la calma?
El ratón de ciudad aceptó la invitación, aunque con cierto escepticismo. Durante su estancia, se burló de la comida sencilla y la vida modesta de su primo. Finalmente, invitó al ratón de campo a visitar la ciudad para mostrarle las maravillas que allí se encontraban.
Al llegar a la ciudad, el ratón de campo quedó impresionado por los grandes edificios y las luces brillantes.
—¡Mira, primo! —dijo el ratón de ciudad—. Aquí tenemos banquetes todas las noches.
Esa noche, se colaron en una lujosa casa y se dieron un festín con restos de una cena opulenta. Pero, de repente, escucharon el sonido de un gato merodeando.
—¡Rápido, escóndete! —susurró el ratón de ciudad, llevándose a su primo a un agujero en la pared.
Después de un rato, cuando el peligro pasó, el ratón de campo, aún temblando, dijo:
—Gracias por tu hospitalidad, primo, pero prefiero mi vida tranquila en el campo. Aquí, aunque hay lujo, también hay peligro y estrés.
El ratón de ciudad trató de convencerlo de quedarse, pero el ratón de campo estaba decidido.
—Valoro más mi seguridad y tranquilidad que cualquier lujo que pueda ofrecer la ciudad. Me voy a casa.
Y así, el ratón de campo regresó a su hogar, agradecido por su vida sencilla y segura.
Moraleja: Es mejor valorar la tranquilidad y la seguridad que vivir en el lujo y el peligro.
6. El cuervo y el zorro

En una soleada mañana, un cuervo encontró un trozo de queso y, muy contento con su hallazgo, se posó en una rama alta para disfrutarlo. Mientras tanto, un zorro astuto que pasaba por ahí vio al cuervo con el queso y decidió que debía conseguirlo para él.
—¡Buenos días, señor cuervo! —saludó el zorro con una sonrisa astuta—. ¡Qué hermoso plumaje tienes y qué majestuosa figura! Estoy seguro de que tu voz debe ser tan maravillosa como tu apariencia. ¿Podrías deleitarme con una canción?
El cuervo, halagado por las palabras del zorro, pensó: «¡Qué amable es este zorro! No sabía que me admiraba tanto. Le mostraré lo bien que canto».
El cuervo, vanidoso, abrió el pico para cantar y, en ese instante, el trozo de queso cayó al suelo. El zorro, con rapidez, atrapó el queso con su boca y lo devoró en un instante.
—¡Gracias por el delicioso queso, señor cuervo! —dijo el zorro, relamiéndose—. Recuerda siempre que la vanidad puede hacernos perder lo que tenemos.
El cuervo, avergonzado y sin queso, aprendió una valiosa lección ese día.
Moraleja: La vanidad puede llevarnos a perder lo que tenemos.
7. El viento y el sol

Un día, el viento y el sol comenzaron a discutir sobre quién era más fuerte.
—¡Yo soy el más fuerte! —dijo el viento—. Puedo doblar árboles y levantar olas gigantes en el mar.
—No, yo soy el más fuerte —respondió el sol—. Mi calor da vida a todo en la Tierra.
Finalmente, decidieron resolver su disputa con una competencia para ver quién podía hacer que un viajero se quitara su abrigo. A lo lejos, vieron a un hombre caminando por un sendero, envuelto en su abrigo.
—Déjame ir primero —dijo el viento, confiado en su poder.
El viento comenzó a soplar con todas sus fuerzas. Rugió y aulló, tratando de arrancar el abrigo del viajero. Pero cuanto más fuerte soplaba el viento, más el hombre se envolvía en su abrigo, aferrándose a él para evitar el frío.
—Déjame intentarlo ahora —dijo el sol con una sonrisa.
El sol comenzó a brillar, primero suavemente y luego con más intensidad. Sus rayos cálidos acariciaban al viajero, que pronto sintió calor. Sin resistencia, el viajero se quitó el abrigo y lo colgó sobre su hombro, disfrutando del calor del sol.
—Ves, amigo viento —dijo el sol—, a veces la amabilidad y la suavidad pueden ser más efectivas que la fuerza y la agresión.
El viento, derrotado pero sabio, asintió, reconociendo la verdad en las palabras del sol.
Moraleja: La amabilidad y la suavidad pueden ser más efectivas que la fuerza y la agresión.
8. El gallo y la perla

En una soleada mañana en la granja, un gallo estaba escarbando en el suelo en busca de algo para comer. De repente, entre la tierra y las piedras, encontró una brillante perla.
—¿Qué es esto? —se preguntó el gallo, inclinando la cabeza para observar el objeto brillante—. No parece ser algo que pueda comer.
El gallo picoteó la perla, pero pronto se dio cuenta de que no era comestible. Con un suspiro de decepción, dijo:
—¡Bah! ¿De qué me sirve una perla? Prefiero un simple grano de maíz que me llene el estómago. Esta perla puede ser muy valiosa para los humanos, pero para mí no es más que una piedra sin valor.
Sin más, el gallo dejó la perla a un lado y continuó escarbando en busca de algo que realmente pudiera comer.
Moraleja: Lo que es valioso para unos puede no serlo para otros.
9. El escorpión y la rana
Un día, un escorpión se encontraba en la orilla de un río, buscando una manera de cruzar al otro lado. Vio a una rana descansando cerca y se acercó a ella.
—Rana, ¿podrías ayudarme a cruzar el río? —pidió el escorpión—. No puedo nadar y necesito llegar al otro lado.
La rana lo miró con desconfianza y respondió:
—¿Cómo sé que no me picarás y me matarás?
El escorpión, con una sonrisa, le aseguró:
—Si te pico, ambos nos ahogaremos. No tiene sentido que te haga daño. Prometo no picarte.
La rana, después de pensarlo un momento, decidió confiar en el escorpión. Se inclinó para que él pudiera subirse a su espalda y comenzó a nadar hacia el otro lado del río. A mitad del camino, la rana sintió un agudo dolor en su espalda. El escorpión la había picado.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó la rana con voz débil mientras ambos comenzaban a hundirse—. Ahora ambos moriremos.
El escorpión, también triste, respondió:
—Lo siento, es mi naturaleza.
Moraleja: Algunos no pueden cambiar su naturaleza, incluso si eso les perjudica.
10. La hormiga y la paloma

En una calurosa tarde de verano, una hormiga estaba buscando agua cerca de un arroyo. Mientras se inclinaba para beber, resbaló y cayó al agua, siendo arrastrada por la corriente.
—¡Ayuda! ¡Me ahogo! —gritó la hormiga desesperada.
Una paloma que descansaba en una rama cercana vio a la hormiga en peligro. Sin pensarlo dos veces, arrancó una hoja con su pico y la dejó caer al agua.
—Sube a la hoja, te salvará —dijo la paloma.
La hormiga, agradecida, se subió a la hoja y logró llegar a la orilla, a salvo.
—Gracias, paloma, me has salvado la vida —dijo la hormiga mientras se secaba las antenas.
Días más tarde, mientras la paloma descansaba en la misma rama, un cazador se acercó con su red, dispuesto a atraparla. La hormiga, al ver lo que sucedía, corrió rápidamente hacia el cazador y le picó en el pie.
—¡Ay! —gritó el cazador, soltando la red y alejándose cojeando.
La paloma, al darse cuenta del peligro, voló rápidamente a un lugar seguro.
—Gracias, pequeña hormiga. Me has devuelto el favor —dijo la paloma desde la distancia.
—Un acto de bondad siempre encuentra su recompensa —respondió la hormiga con una sonrisa.
Moraleja: Un acto de bondad siempre encuentra su recompensa.
Importancia de las fábulas en la educación infantil
Las fábulas se han empleado como recurso educativo desde tiempos antiguos por su eficacia para desarrollar habilidades fundamentales en niños.
Estas historias breves con moralejas claras resultan esenciales en la impartición de valores y la expansión del uso del lenguaje.
Desarrollo del vocabulario y habilidades lingüísticas
Las fábulas ofrecen un terreno abundante para el enriquecimiento del vocabulario y la mejora de las habilidades lingüísticas de los niños.
A través de sus personajes y acciones, los niños no solo aprenden palabras en contexto, sino que también afinan su capacidad para comprender y producir relatos estructurados.
- Personificación: El uso de animales antropomórficos capta la atención de los pequeños y hace que el lenguaje sea más accesible.
- Diálogos y Repeticiones: Fomentan la memorización y la repetición, aspectos claves en la consolidación del aprendizaje lingüístico.
- Uso de rimas y métrica: Facilitan la retención y el reconocimiento de estructuras fonéticas.
Fomentar la moral y los valores
Cada fábula lleva implícita una moraleja que incita a la reflexión y sirve de punto de partida para discusiones sobre ética y comportamiento.
Los relatos con animales como protagonistas permiten que los niños observen las consecuencias de diversas acciones y decisiones sin la directa alusión a personas reales, reduciendo así la resistencia al aprendizaje de la lección subyacente.
- Ejemplificación: Las moralejas se presentan de forma que los niños pueden relacionarlas con situaciones de su vida cotidiana.
- Diversidad de temas: Abordan valores como la honestidad, empatía y justicia, cruciales en la formación de un individuo.
Cómo elegir fábulas cortas adecuadas para niños
La selección de fábulas para niños debe realizarse teniendo en cuenta la edad y los temas que sean más pertinentes y edificantes para su desarrollo.
Consideraciones según la edad
Cuando se seleccionan fábulas para niños, es fundamental tener en cuenta la edad del lector u oyente.
Para niños menores de 5 años, las historias deben ser muy breves y con personajes fácilmente identificables.
Las ilustraciones coloridas y de gran formato son un complemento importante ya que facilitan la comprensión y mantienen el interés.
Para los niños de entre 6 y 12 años, se pueden elegir fábulas un poco más complejas, con tramas que involucren conflictos y resoluciones, ideales para estimular el pensamiento crítico y la empatía.
- 0-5 años: Fábulas muy cortas, personajes animales, ilustraciones grandes.
- 6-8 años: Fábulas con moralejas claras, introducción de conflictos simples.
- 9-12 años: Fábulas con múltiples personajes, tramas con mayor profundidad.
Seleccionar temas relevantes
Los temas de las fábulas deben ser elegidos según su relevancia y la lección que se quiera impartir.
Es crucial que los temas sean apropiados para la edad y alienten valores positivos como la honestidad, la amistad, la perseverancia y el respeto.
Evitar temas que puedan resultar complejos o perturbadores para los niños y optar por aquellos que promueven un aprendizaje saludable.
- Valores: Selección de fábulas que promuevan valores universales.
- Cotidianidad: Temas que puedan relacionarse con su vida diaria.
- Emociones: Historias que ayuden a entender y manejar las emociones.
Beneficios de leer fábulas a los niños
La lectura de fábulas a los niños no solo les proporciona entretenimiento, sino que también favorece el desarrollo cognitivo y la adquisición de valores.
Estimulación de la imaginación
Las fábulas son una puerta a mundos llenos de animales parlantes y situaciones extraordinarias.
Permiten que los niños exploren diversos escenarios y personajes, lo que estimula su creatividad e imaginación.
Al identificarse con los personajes y vivenciar sus aventuras, los niños fortalecen su capacidad de visualización mental que es crucial para el pensamiento creativo.
- Creatividad: Las situaciones fantásticas abren la mente a nuevas posibilidades.
- Empatía: La identificación con diferentes personajes fomenta la comprensión de diversas perspectivas.
Mejora de la comprensión lectora
Las estructuras narrativas de las fábulas son claras y concisas, facilitando a los niños el seguimiento de la trama y la comprensión de los mensajes subyacentes.
Al escuchar o leer historias con una moraleja, los niños aprenden a vincular causas y consecuencias y a reflexionar sobre el comportamiento de los personajes.
- Vocabulario: Nuevas palabras se integran naturalmente al léxico de los niños.
- Análisis Crítico: Los niños aprenden a discernir las lecciones y valores presentes en las historias.
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